martes, 25 de octubre de 2011

La ley de las cosas positivas

Existen palabras, expresiones y personas que pueden cambiar el mundo. El mío lo cambiaron tres, lo vivido en mi vida y sus circunstancias, un hola bonita y la persona que lo decía. Este es el saludo que siempre ha utilizado un amigo de mis padres al verme.

Me gusta encontrarme con él, ver su cara sonreír y saludarme con hola bonita, qué tal estás. Este saludo y el cariño con que está dicho, ha sido mi refugio en los momentos malos, especialmente en mi niñez y adolescencia, en los que te sientes poco querida y valorada. Él era mi oasis, tan sólo dos palabras, hacían que creyera en mí, me demostraban cariño y afecto, y sentía que era importante para alguien. 

Estas palabras han sido mi trampolín, mi ancla y la base sobre la que comenzar a avanzar, creyendo y confiando en mi. Hacían que lo que pensara cobrara fuerza, tuviera validez. Nunca hemos mantenido una conversación profunda, ni íntima. No ha hecho falta. Me ha dicho las palabras mágicas que he necesitado para llegar a mi misma, concediéndome la oportunidad de creer en mi, cuando parecía que nadie lo hacía.

Un buen día recapacité y me di cuenta del poder que habían tenido sobre mi estas palabras. Ellas, junto al resto de las experiencias que había vivido a lo largo de toda mi vida, entonces niñez y adolescencia, me hicieron crear la liga de las cosas positivas. Decidí que diría a la gente aquello que hacían bien; ya que otras personas se encargarían de repertirle a menudo, todo lo malo que hacían o eran. Pensé que era necesaria una pequeña compensación. Sí, tenemos defectos y fallos; y también virtudes y aciertos.  

Así que cada vez que iba o hablaba con alguien y veía que había una acción positiva, se lo agradecía. Si me habían atendido con corrección en una tienda, se lo decía; lo mismo a una amiga, a mis padres, en el colegio, etc. Me solían mirar con cara rara, como si fuera una extraterrestre, ajajajaa. Pero soy cabezota por naturaleza, y seguí mi campaña allí donde iba. Y por supuesto, lo sigo haciendo. Quizá no sea una actitud muy correcta, puesto que no hablo de lo negativo o de lo que no me gusta, sino que potencio lo que me agrada, lo que se que es bueno.

Como veis dos palabras dichas con cariño y todo lo vivido hasta esa fecha, me ayudaron a ser cómo soy. No cambiaría nada de lo vivido. De hecho, sigo practicando la ley de dí lo bueno y positivo que veas. Y me gusta. 

La vida está llena de personas maravillosas y estupendas que nos brindan su apoyo y cariño de manera desinteresada, sin ser conscientes de todo lo que nos aportan. Esta entrada quiere ser un pequeño homenaje a todas las personas que se han cruzado y siguen haciéndolo, en mi camino, brindándome amistad, refugio, amor, sinceridad, verdad, alegría y sinsabores, que de todo se aprende. Mil gracias a todos ellos.


La foto de la imagen es de un mandala mío, que se llama Sol.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Pinceladas sobre de la carta del tarot, La Muerte

La carta de la Muerte es una de mis favoritas por su significado. Se tiende a pensar que este carta anuncia la muerte física, y no es así. Es la carta de los cambios, de las transformaciones y la de las crisis.

Cuando aparece en una lectura nos pone alerta sobre los giros que se van a producir en nuestra vida. Si pensamos en ello como crisis, enseguida nos asustamos. No debería ser así, puesto que la crisis lo que hace es posibilitarnos el cambiar aspectos de nuestra vida, que aunque no nos gusten en un primer momento, son la llave para lograr futuros éxitos.

Estas crisis se relacionan con todos los aspectos que afectan a nuestra vida tanto a nivel interno, trabajo con nuestro yo, toma de decisiones y posturas; como externos, salud, economía, vivienda, amor, etc. Esta carta, invita a reflexionar sobre cómo está nuestra vida, qué debemos cambiar, pulir, mejorar, y por consiguiente, llama a la acción

Crisis, pérdida, movimiento, acción, cambio, transformación, beneficio, son etapas que conlleva esta carta. Nadie ha dicho que tomar una decisión sea fácil, pero la Muerte nos lo pide. Por poner un ejemplo, imaginad un árbol, va creciendo, le salen ramas, a veces frutos; pero para que vaya creciendo, hay que talarlo. Esta carta, nos pide que miremos en nuestra vida, y veamos qué aspectos hay que cortar, pulir y mejorar. El beneficio, a veces no se ve a simple vista.

Otro ejemplo. Imaginemos una crisis de pareja, en la que nos planteamos dónde estamos, hacia dónde vamos. Miramos un poco más allá y nos damos cuenta que ya no compartimos los mismos sentimientos que nuestra pareja. Nos sentimos mal por ello y, tenemos miedo a qué va a pasar. La toma de decisiones es importante y no queremos sufrir, ni que lo hagan los demás. 

La situación llega a un momento en que hay que tomar una decisión; nos separamos, nos sentimos mal, sufrimos pero con el tiempo, comenzamos a sentirnos libres, bien con nosotros mismos; y al tiempo, aparece otra persona en nuestra vida, con la que encontramos la estabilidad que buscábamos. Un hecho doloroso, la decisión; ha traído un cambio, un beneficio, la felicidad. Lo que parecía negativo se ha convertido en positivo.   

Las crisis asustan. Nos obligan a pensar y a reflexionar, representan un momento especial en nuestra vida. Seamos valientes y no nos escondamos de nosotros mismos. Los cambios tienden a asustarnos, pensamos en lo que tenemos que dejar atrás, en lo que perdemos; pero no miramos lo que nos están ofreciendo, la posibilidad de seguir creciendo y evolucionando.

Depende de nosotros el transformar una situación delicada en una más pasajera y liviana. Nadie puede vivir por nosotros las crisis, ni los cambios, son personales; pero está en nuestra mano, el sacar el máximo partido a la situación. Al mal tiempo, buena cara.


La foto de la imagen está sacada de internet. Se trata de la carta XIII La Muerte del tarot de Crowley.

viernes, 14 de octubre de 2011

Cuando David vence a Goliat

Hace un par de viernes me invitaron a comer para celebrar una victoria conseguida tras mucho esfuerzo.

La persona que me invitó, Lope, estuvo trabajando durante casi veinte años en un mismo lugar, y allí le hacían la vida imposible. Después de pasar una enfermedad grave, y volver de la baja ya restablecida, el mobbing se hizo aún más fuerte. Lope no se desanimó y tomó una decisión importante, denunciar este hecho.

No ha sido un camino fácil, primero había que demostrar que no se inventaba nada y era real lo ocurría, necesitaba pruebas y testigos. Es complicado testificar a tu favor, a pesar de haberlo visto, cuando tu puesto de trabajo pende de un hilo. Lope habló con varias personas que decidieron apoyarle y continuó con la denuncia. Su jefe es una persona conocida dentro de cierto ámbito y eso parecía que podía inclinar la balanza hacia su lado.

El inspector de trabajo se tomó su tiempo en llevar a cabo toda la investigación, su abogado parecía ausente y también se lo tomó con calma. Lope mientras tanto, intentaba no perder la paciencia, mantener la serenidad. Buscó apoyo en su familia y amistades. Al principio, lo encontró, pero el paso del tiempo hizo que algunos apoyos flaquearan dejándole sólo. 

Tras dos años de lucha para que se reconociera su situación, cuando ya las fuerzas casi no existían, llegó la resolución final, había ganado el juicio y con ello había quedado demostrado que no mentía. He sido testigo, apoyo y espectadora de esta larga situación. Lope prometió que cuando terminara todo y si salía la verdad a flote, había que celebrarlo por todo lo grande y así lo hicimos hace dos viernes. 

Fuimos tres personas. Hacía un día estupendo; el lugar escogido, al igual que la comida y la compañía eran perfectas. Celebramos el triunfo, brindamos por la victoria y por todo lo bueno que está por vivir.

Un hecho que me llamó la atención, fue que no se habló del dolor, ni del sufrimiento pasado, ni de las personas que le habían hecho pasar tan malos ratos; al revés, la conversación fue distendida, divertida, llena de buen humor y esperanza en el futuro. Lope se planteaba qué camino seguir ahora que estaba libre, a qué dedicarse. Pensaba que se le ofrecía la gran oportunidad de hacer lo que realmente deseaba, de luchar por su vocación que hasta este momento había permanecido un tanto apartada. Me gustó el planteamiento, su manera de pensar y de sentir. Así que de nuevo, brindamos por el éxito de la nueva empresa.

Da gusto poder celebrar victorias que parecían casi imposibles de conseguir, cuando la verdad sale a relucir y sobre todo, cuando no se mira hacia atrás ni con rencor, ni con rabia, sino hacia el futuro con esperanza y alegría.


La foto de la imagen es de un mandala mío. 

domingo, 9 de octubre de 2011

Días especiales sin planificar

Hay días que no sabes muy bien porqué pero se convierten en especiales sin haberlo planificado antes. Ayer fue uno de esos días.

El comienzo no fue muy afortunado, me despertó el teléfono un par de veces porque una persona se equivocaba al marcar. Entendible, lo único malo, era la hora, madrugada y, por mucho que insistía en que se estaba equivocando al marcar, no lo entendía.

Si a esto vamos añadiendo pequeños inconvenientes tontos que van sumándose, salí de casa para ir a trabajar dándole vueltas a la cabeza, diciéndome ya ves qué día te espera, si ha empezado así cómo terminará. Llevaba caminando unos diez minutos pensando de esta manera hasta que de repente, dije basta, una cosa es cómo empieza el día y otra cómo lo vivas, porque ahí eres tú quién lo decide

Apenas tuve que pensarlo. Me tocó pararme en un semáforo en rojo y entonces decidí, que podía vivir el día como quisiera, que los acontecimientos sin importancia no podían influir tanto en mi vida. Cuando se puso en verde la luz, crucé saboreando los colores del nuevo día. Pensaba que iba con retraso a la consulta, cuando al mirar el reloj vi que llegaba con antelación. Había ido más rápida de lo que pensaba. Sonreí.

Llegué puntual a mi cita. Todavía no había llegado la persona, mientras llegaba estuve charlando con otra sobre si el día iba a despejar y saldría el sol. Al rato llegó la cita. Una persona encantadora. La consulta fue fluida, divertida, amena, nos reímos bastante. Ella se fue tranquila y contenta, y yo seguía con buen humor.

Al terminar mi trabajo, fui a tomarme mi capuccino al lugar al que voy todos los días. Apenas había cola, pude hablar un ratito con las chicas que lo llevan y decidí dar una vuelta por el Paseo Nuevo, o lo que es lo mismo, mirando al mar. El mar estaba de un color verde grisáceo, el cielo azul con nubes, y se filtraban los rayos a través de ellas, los montes verdes y el aire era salitre.

Compré unas patatas fritas recién hechas, aún estaban calentitas en la bolsa de papel y suerte para mi, se les había olvidado echarle sal. No me gustan las cosas muy saladas. Así que, toda contenta me dirigí a dar mi paseo. Al llegar allí, me fijé que el mar estaba revuelto, y aunque no había marea alta, las olas estaban saltando sobre el pretil. Qué gozada, ver saltar las olas aunque no tenían mucha altura. Disfruté mucho, había una bruma blanca creada por la espuma de las olas que envolvía todo con sus diminutas gotas y caía en la piel.

Seguí mi camino, y de repente, oigo mi nombre y me encuentra, soy muy despistada, una antigua compañera del colegio y de la facultad a la que no veía desde hacía quince años. Nos hizo mucha ilusión vernos, nos pusimos al día. Fue un rato muy bonito.

Ya era tarde, y decidí volver a casa, cuando en ese momento sonó el móvil, una amiga de toda la vida que está muy ocupada, tenía un ratito para poder quedar. Estupendo. Mientras llegaba la hora, intenté hacer encaje de bolillos para quedar con otra amiga estupenda que también me había llamado para quedar, pero el tiempo ya no daba más de sí. 

Ayer fue un día completo, llenos de encuentros y reencuentros. De momentos muy bonitos y especiales. Si hubiera estado de mal humor, por supuesto que hubiera seguido encontrando con todo lo que viví, pero no lo hubiera disfrutado de la misma manera, saboreándolo de principio a fin. Le doy las gracias a esa voz, a esa parte de mi, que me frenó en seco, me hizo recapacitar y ver las cosas con la perspectiva adecuada y seguir viviendo la vida tal y como es, como un regalo envuelto en un gran lazo.


La foto de la imagen es de un cuadro mío, se llama Colores.

lunes, 3 de octubre de 2011

La empatía o ponernos en la piel del otro

La empatía es la capacidad de entender lo que siente otra persona. Podría decirse, que nos permite colocarnos en la piel de otra persona, sentir su sufrimiento, su alegría, su preocupación, etc. De esta manera, podremos acompañarle en el proceso que esté viviendo.

Cuando estamos con una persona que nos cuesta una preocupación, podemos sentir cómo nos llega dentro su dolor, su angustia. Incluso, podemos localizarla en nuestro cuerpo.

Imaginaros que una persona siente angustia porque no ha podido comunicar un sentimiento a otra, y nosotros de repente, sentimos un nudo en la garganta, que después desaparece sin más. Este nudo podría ser el dolor de la persona a la que escuchamos. La empatía también tiene momentos estupendos, porque al igual que la tristeza, se siente la alegría. 

La empatía es una pieza clave de la comunicación a todos los niveles. Va más allá de escuchar pues implica comprender lo que sucede sin tener que implicarse en ello. No padeces lo mismo, lo sientes. Te permite ser objetivo o espectador ante una situación complicada y desde ese punto, es cuando puedes ayudar.

Cuando sentimos empatía, debemos estar alerta y no quedarnos con los sentimientos de los demás. Si es alegría suele ser agradable, pero con la tristeza y sentimientos negativos no. Debemos estar atentos y acompañar sin implicarnos emocionalmente en la medida que podamos, aunque no siempre es fácil.

Siempre he sido empática, no he hecho nada para serlo. Es natural, y reconozco que es una herramienta que me ayuda mucho en mi trabajo, pues me permite ponerme en el lugar de los demás con facilidad. 

Hace unos días estaba viendo la tele y vi un documental  en el que hablaban de la comunicación no verbal, de gestos que repetíamos de manera inconsciente al verlos en la otra persona. Si al hablar, la persona que tenemos al lado, apoya la mano derecha en su barbilla, al momento repetimos lo mismo, y es nuestra mano la que está en la barbilla. Mientras lo veía, me sentía identificada. Pensaba eso me pasa a mi, y a veces me siento incómoda porque me doy cuenta que repito lo que veo y van a pensar que les imito. Craso error el mio. Se trata de otro aspecto de la empatía. Al sentirnos identificados con la persona, somos un espejo del otro, y de este modo, el entendimiento se acerca. Es una señal de una buena empatía. ¡Y yo que pensaba que era una imitadora sin pretenderlo!.

Así que me analicé y descubrí, que otras veces, además de imitar los gestos de la persona, acababa hablando de manera similar, con una entonación parecida y moviendo las manos de la misma manera. Esto me pasó hace unos días cuando me encontré con una persona muy amanerada, al rato de estar hablando con ella, me di cuenta que también hablaba de la misma manera. Después de despedirnos, pregunté a otra persona que me acompañaba si realmente mi hablar había cambiado. Me lo confirmó. Así que, dentro de mi, voy a instalar una alarma luminosa que salte cuando empatizo tanto.

Nacemos con una predisposición para ser empáticos, al igual que podemos ser bruscos, simpáticos, agradables y como todo en esta vida, podemos trabajarlo. 


La imagen de la foto es de un dibujo mío.