lunes, 26 de julio de 2010

El color es vida

La vida es luz, es color. Todo lo que nos rodea está lleno de tonos y diferentes matices con inundan nuestra retina de rojos, verdes, azules, grises, luces, sombras.

El color supone para mi, vida. Me anima, estimula, me mueve, hace que conecte con varias partes de mi, entre ellas, con la creatividad y con la intuición. Me resulta más fácil dejarme llevar y conectar, es decir, fluir.

Hace un tiempo cada vez que entraba en una tienda que vendían pinturas al óleo y acrílicas, me paraba quieta mirando todos los tubos de colores. Recuerdo que tenían una hoja de muestra de color, con toda la gama de tonos pintada sobre el papel. La cogía, la miraba, daba unos pasos y volvía sobre ellos para poder volver a contemplar aquella exposición de tonos.

Empecé a ser una habitual de la tienda y en concreto de unas pinturas acrílicas, que son las que uso para pintar, que tenían algo especial, tenían luz. Un día, comentando esto mismo con el encargado de esta sección, me comentó que se había fijado que salvo los niños pequeños y yo, nadie más se paraba ante esas pinturas. También a él le parecía que tenían luz, que transmitían algo especial. Según él, podría deberse a estar hechas a mano y utilizar pigmentos naturales. Me regaló una carta de colores y es uno de los mejores regalos que me han hecho.

Pero mi pasión por el color me lleva a quedarme parada delante de los expositores de carretes de hilos de las mercerías. Es fascinante ver los distintos colores degradados en intensidad. Es un paraíso para los sentidos, en un pequeño espacio, hay centenares de tonalidades.

Hace unos quince años en una Feria de Esoterismo de San Sebastián, quizá menos, descubrí unas botellas de cristal que estaba llenas de líquido dividido en dos colores distintos y otras tenían un mismo color. Me pasó lo mismo que con las pinturas, me paraba y no podía dejar de mirarlas, me transmitían muchas cosas. Comencé a hablar con la chica que lo llevaba. Me enteré que se llamaban Aurasoma, en concreto Equilibrium, y que servían para trabajar los cuerpos sutiles de nuestro ser y de nuestra conciencia, ayudándonos así a estar mejor con nosotros mismos.

Al poco tiempo, una amiga mía, hizo el curso y fui comprando botellas para poder mirarlas. Me solía reñir porque decía que eran para utilizarse aplicándose el producto sobre los puntos adecuados, pero yo necesitaba mirarlas. También usé alguna y me vino muy bien. Ahora lo que hago es entrar en la página web y elegir una botella, la que más me llame la atención. La miro, y después de un rato miro lo que significa y es una pista sobre qué aspectos debo trabajar.

Las cartas que utilizo para leer el tarot están llenas de color. Tengo varias barajas pero el denominador común es el color. Desde hace varios años uso las de Aleister Crowley y unas que hice yo. No me valen todas las cartas que tengan colorines, también entran otros factores como el simbolismo o el dibujo.

Esta entrada es el producto de estar contemplando el cielo, desde la ventana que está en el techo de mi casa. El cielo está azul, hay alguna nube, hace muy buena temperatura, corre brisa. Y los colores que veo son el rojo de las tejas de los tejados, el azul y grises y blancos de las nubes y cielo, el verde de los árboles y de los montes, los amarillos de algunos toldos que hay en las casas.....

El color es vida, es movimiento.


La foto de la imagen está escaneada de una carta de Tarot que hice yo. Es la número XXI, El Mundo, de manera muy resumida diré que simboliza el final de un ciclo, la consecución y logro de los proyectos e ideas, es una carta de protección y muchas más cosas estupendas que no hay tiempo de escribir aquí.

martes, 20 de julio de 2010

En busca y captura de un perfume

Aquí estoy de nuevo volviendo a escribir en este rinconcito después de unos cuantos días de bastante trabajo, una alergia y muchas más cosas.

Soy una forofa de los perfumes, colonias, inciensos japoneses, de los aromas en general. No llego a ser adicta pero reconozco que me encanta el olor que hay en una perfumería, con todos los olores...

Hace un par de años, me di cuenta que iba por la calle y más o menos, casi todo el mundo utilizaba tres o cuatro colonias conocidas. Una era la que yo usaba y decidí que quería algo distinto. Algo que se identificara conmigo, a poder ser fresquito, cítrico, llevadero a todas las horas del día.

Un día, mi sobrina y yo, las dos somos iguales con los perfumes, como dos Indiana Jones, decidimos ir al encuentro de ese perfume único. Nos atendió una chica muy agradable que nos dio a probar varias colonias. Lo mejor de todo, es que aunque le pedimos un aroma fresco, lo que nos enseñó era dulce y floral. Según ella, era lo que mejor se ajustaba a mi piel. Nos fuimos de allí, un poco mareadas de tanto aroma y sin comprar nada.

Posteriormente me decidí por un agua de colonia de hombre, que tiene notas a limón y madera. Es rica, se llama Allure y es la más suave de toda la gama. Pero a pesar de ello, quiero algo más fresco. Un perfume que al olerlo me estimule, me haga revivir y respirar mejor.

Hace unas semanas, leí en un blog que había un nuevo perfume cítrico, con notas de bergamota y limón, y de nuevo decidí ir a la caza y captura del aroma. No lo conocía, pensé que sería fácil de localizar. Se trataba de la marca Acqua de Parma, y después de recorrer las tiendas perfumerías franquicias de If, Sephora, Basmo que hay en San Sebastián, en una de ellas, me dijeron dónde lo vendían, en una perfumería clásica de San Sebastián. Se llama Perfumeria Urbieta, tiene mucha fama, una página web y vende sus productos bastante exclusivos a toda España.

Entré allí, mientras pensaba que estaba casi en un templo del aroma y de la cosmética. Olía de maravilla. Rápidamente me atendieron y me dieron todo tipo de explicaciones. Inclusive, el hombre que me atendió, me pregunto si quería perfumarme con alguna colonia. Le contesté que si, y me roció con ella, y me decía "date la vuelta". Ahí me veis, girando sobre mi misma envuelta en una nube de perfume cítrico y bergamota. El olor era muy rico, suave, sutil. Estaba alucinada, me estaban rociando de perfume. No era ponerme un poco en la muñeca y listo, no. El señor sonreía. Me sentía genial.

Ya puestos en ello, le pregunté por aromas similares. En ese momento, me atendió otra persona y me enseñó tres colonias distintas, no sabría deciros cuál era la más rica. Era muy difícil decidirse. De nuevo, se ofrecieron a perfumarme, y tuve que desistir pero la chica me dijo, no pasa nada. Entró a la oficina, volviendo al rato con dos muestras de colonia. Debo decir que las he probado y me encantan, son suaves, muy ligeras, frescas pero en mi piel apenas se perciben. Será que al final tendré que quedarme con los dulces y florales, pero mientras hay vida hay esperanza y daré con uno que huela bien y dure en la piel.

Me atendieron de maravilla. No compré nada. Fueron muy amables. El precio del perfume que miré era similar a los que hay en estas otras tiendas. La verdad que entré un poco temerosa y salí encantada de la vida.

Normalmente suele haber diferencia entre el trato de una franquicia a uno de un negocio propio, aunque siempre das con alguien estupendo en ambas. Me alegré de haber entrado y comprobar que hay seres que tratan a todos sus clientes o a posibles clientes con amabilidad, sin servilismo, educación y tacto. Si me decido comprar algún perfume será allí. Ahora surge la gran duda existencial de mi vida, ¿cuál de ellos será? Me da que todavía no se ha fabricado el perfume que quiero, pero todo llegará, así que seguiré usando el que tengo hasta que se acabe y después toca ponerse de nuevo el sombrero de explorador y salir a la aventura.


La foto de la imagen está sacada de internet y desconozco su autor. Si alguien sabe quién la ha hecho, estaré encantada de poner su nombre.

jueves, 8 de julio de 2010

Mientras miraba al mar, escuché...

Este domingo pasado estaba sentada mirando al mar en el mirador junto al Naútico, haciendo tiempo para ir a comer con mi familia, pensando si en la playa había mucha gente, cómo estaría la temperatura del agua... cuando a mi lado se sentó un matrimonio mayor. Aunque no quieras, escuchas la conversación. Estábamos sentados en bancos corridos de madera y ellos hablaban alto.

Mira Fulanita, le decía el marido, "¿el de la gorra no es menganito?." La señora no veía bien y no sabía a quién se refería. En el mismo instante los gabarrones de la playa de La Concha se mecían al vaivén de las olas. Al rato escuché que la mujer decía: "... ah, Santi.". Mientras, miraba mi reloj calculando el tiempo que tenía para llegar a la comida y qué camino elegiría para ir. Mi vista se iba del mar, a la playa, al cielo, es decir, seguía a lo mio.

De repente, una pareja se acerca al matrimonio mayor que está a mi lado, él lleva una gorra en la cabeza. Tiene una edad similar. Tras los holas de rigor, la señora que acaba de llegar le dice a la otra, "Siempre te veo, en tal sitio y en este otro, y como tú no me dices nada, pienso que no quieres saludarme. Te haces la sueca y no saludas. Ya no quieres saber nada de mí.". Lo repite mínino cinco veces y en tono de reproche. La otra mujer, la que no veía muy bien, sólo decía. "No te he conocido. Si Fulanito ya me decía, el de la gorra. Miraba pero no os reconocía. Ya no estáis como antes. Habéis cambiado.". Tuvo que intervenir su marido para dejar claro que había ocurrido todo tal y como decía su mujer. Comentó que sólo había recordado un nombre, Santi.

Tanto insistía la señora con los reproches que estuve a punto de levantarme y decirle, "si le sirve de algo, soy testigo que esta señora sólo se acuerda de sus nombres, no se sus caras.". No tuve que hacerlo. Encontraron la manera de ponerse de acuerdo y tener una conversación fluida.

Volví mis ojos al mar, al color azulverdoso, a las olas, a ver como una señora se metía en el agua y otra salía de ella, cuando de nuevo sin apartar la mirada del suave oleaje, presté atención a la conversación. La mujer del reproche le preguntaba a la otra señora por otras personas y en concreto, hablaban de una mujer que estaba muy enferma. Lo que me llamó la atención fue el tono y la manera en que enfocaron el tema. Decían, "... pobre, tan enferma y sola, con lo que era y cómo está.". Intenté desconectar pero no puede. Siguieron hablando de personas que ya habían fallecido, estaban enfermas o tristes.

Lo que más me chocó, fue el morbo que había en toda la conversación. No había un interés de preocupación, aquello parecía un ranking de ver quién estaba peor, quién había perdido más familiares, quién tenía el corazón más castigado y fatigado, qué medicinas eran mejores y qué contraindicaciones tenían....

Después de ponerse al día y de prometerse saludarse si se volvían a encontrar, se despidieron. Volví a mirar el reloj, era hora de moverse para llegar a la comida.

Mientras caminaba pensé en la conservación, en cómo somos los seres humanos, que hay personas a las que les gusta hablar de enfermedades, de problemas, de momentos tristes y a la vez disfrutar de ello. Algo que no comparto y menos sólo por el placer de hablar de ello.

Sólo me quedó una duda que aún no he resuelto, el morbo vendría por el disfrute mismo de la conversación o de saber que una está aún viva y coleando, mientras los demás están en peores circunstancias.... Si es que dudas existencias tan grandes me impiden conciliar el sueño, y no, no echaré la culpa al calor, ni a los ronquidos de los vecinos, ni a las radios altas, ni a la televisión a todo volumen........ ¡Qué veranito me espera!


La imagen de la foto, es una visión parecida a la que tenía desde donde estaba sentada. se ve parte de la playa de La Concha y de su paseo. Está sacada de internet y desconozco su autor. Si alguien lo sabe pondré su nombre.