
La vida es luz, es color. Todo lo que nos rodea está lleno de tonos y diferentes matices con inundan nuestra retina de rojos, verdes, azules, grises, luces, sombras.
El color supone para mi, vida. Me anima, estimula, me mueve, hace que conecte con varias partes de mi, entre ellas, con la creatividad y con la intuición. Me resulta más fácil dejarme llevar y conectar, es decir, fluir.
Hace un tiempo cada vez que entraba en una tienda que vendían pinturas al óleo y acrílicas, me paraba quieta mirando todos los tubos de colores. Recuerdo que tenían una hoja de muestra de color, con toda la gama de tonos pintada sobre el papel. La cogía, la miraba, daba unos pasos y volvía sobre ellos para poder volver a contemplar aquella exposición de tonos.
Empecé a ser una habitual de la tienda y en concreto de unas pinturas acrílicas, que son las que uso para pintar, que tenían algo especial, tenían luz. Un día, comentando esto mismo con el encargado de esta sección, me comentó que se había fijado que salvo los niños pequeños y yo, nadie más se paraba ante esas pinturas. También a él le parecía que tenían luz, que transmitían algo especial. Según él, podría deberse a estar hechas a mano y utilizar pigmentos naturales. Me regaló una carta de colores y es uno de los mejores regalos que me han hecho.
Pero mi pasión por el color me lleva a quedarme parada delante de los expositores de carretes de hilos de las mercerías. Es fascinante ver los distintos colores degradados en intensidad. Es un paraíso para los sentidos, en un pequeño espacio, hay centenares de tonalidades.
Hace unos quince años en una Feria de Esoterismo de San Sebastián, quizá menos, descubrí unas botellas de cristal que estaba llenas de líquido dividido en dos colores distintos y otras tenían un mismo color. Me pasó lo mismo que con las pinturas, me paraba y no podía dejar de mirarlas, me transmitían muchas cosas. Comencé a hablar con la chica que lo llevaba. Me enteré que se llamaban Aurasoma, en concreto Equilibrium, y que servían para trabajar los cuerpos sutiles de nuestro ser y de nuestra conciencia, ayudándonos así a estar mejor con nosotros mismos.
Al poco tiempo, una amiga mía, hizo el curso y fui comprando botellas para poder mirarlas. Me solía reñir porque decía que eran para utilizarse aplicándose el producto sobre los puntos adecuados, pero yo necesitaba mirarlas. También usé alguna y me vino muy bien. Ahora lo que hago es entrar en la página web y elegir una botella, la que más me llame la atención. La miro, y después de un rato miro lo que significa y es una pista sobre qué aspectos debo trabajar.
Las cartas que utilizo para leer el tarot están llenas de color. Tengo varias barajas pero el denominador común es el color. Desde hace varios años uso las de Aleister Crowley y unas que hice yo. No me valen todas las cartas que tengan colorines, también entran otros factores como el simbolismo o el dibujo.
Esta entrada es el producto de estar contemplando el cielo, desde la ventana que está en el techo de mi casa. El cielo está azul, hay alguna nube, hace muy buena temperatura, corre brisa. Y los colores que veo son el rojo de las tejas de los tejados, el azul y grises y blancos de las nubes y cielo, el verde de los árboles y de los montes, los amarillos de algunos toldos que hay en las casas.....
El color es vida, es movimiento.
La foto de la imagen está escaneada de una carta de Tarot que hice yo. Es la número XXI, El Mundo, de manera muy resumida diré que simboliza el final de un ciclo, la consecución y logro de los proyectos e ideas, es una carta de protección y muchas más cosas estupendas que no hay tiempo de escribir aquí.