
Ayer estuve toda la tarde rompiendo papeles viejos para llevar a reciclar. Haciendo limpieza y fui sacando trastos de los que deshacerme. Tal vez, trastos no y si, recuerdos.
Es curiosa la sensación que da el vaciar, limpiar, decidir qué quedarte y qué reciclar, compartir o tirar. Te sientes nueva, con más espacio físico, y también interior. Vacías un armario y ordenas a tu mente, tu espíritu.
Llevo a reciclar montañas de papel que hace un rato solo ocupaban poco espacio dentro de una caja y me doy cuenta que he dejado atrás cinco años de mi vida; llenos de buenos, malos, regulares y estupendos momentos.
La vida pasa muy rápido. Los papeles más antiguos apenas tenían cinco años de existencia. Intenté recordar qué pensaba o sentía en aquel momento, y me di cuenta que mi memoria era muy frágil y práctica. Había borrado esos instantes en los que la vida era anodina, rutinaria para llenarla con la fuerza del presente.
Sigo con la limpieza, ahora toca fotos. Están en el ordenador y no en papel. Por ellas ha pasado el tiempo pero no se nota, salvo en la ropa y el peinado. Puedo verlas haciendo un clic, y al momento, siento aromas, risas; recuerdo alguna conversación, algún paisaje, quizá alguna comida. Momentos claros y reales de la vida, que pese a tener el mismo tiempo que los papeles reciclados, siguen otro camino, siempre presente.
El "problema" de haber reciclado medio armario, trae consigo que sin querer he renovado mi vestuario. También ha sido curioso que ver que ropa que nunca se me habría ocurrido ponerme, ahora está colgada en las perchas y la llevo puesta feliz y contenta. Pienso que es un síntoma de mi nuevo yo. Hay una renovación interior que empieza a verse en el exterior. Quizá faltaba el aspecto de la ropa. Un nuevo look.
Adiós a lo viejo, hola a lo nuevo. Se hace espacio para volver a ser ocupado. Dejamos atrás viejos recuerdos y nuestra memoria almacena los nuevos. Se recicla. Es bueno, hay que deshacerse de lo que ya no sirve, de lo que ya ha pasado y renovarse siempre, porque entre otras cosas, eso es vivir.
La foto de la imagen es de un mandala mio, no tiene título.
Llevo a reciclar montañas de papel que hace un rato solo ocupaban poco espacio dentro de una caja y me doy cuenta que he dejado atrás cinco años de mi vida; llenos de buenos, malos, regulares y estupendos momentos.
La vida pasa muy rápido. Los papeles más antiguos apenas tenían cinco años de existencia. Intenté recordar qué pensaba o sentía en aquel momento, y me di cuenta que mi memoria era muy frágil y práctica. Había borrado esos instantes en los que la vida era anodina, rutinaria para llenarla con la fuerza del presente.
Sigo con la limpieza, ahora toca fotos. Están en el ordenador y no en papel. Por ellas ha pasado el tiempo pero no se nota, salvo en la ropa y el peinado. Puedo verlas haciendo un clic, y al momento, siento aromas, risas; recuerdo alguna conversación, algún paisaje, quizá alguna comida. Momentos claros y reales de la vida, que pese a tener el mismo tiempo que los papeles reciclados, siguen otro camino, siempre presente.
El "problema" de haber reciclado medio armario, trae consigo que sin querer he renovado mi vestuario. También ha sido curioso que ver que ropa que nunca se me habría ocurrido ponerme, ahora está colgada en las perchas y la llevo puesta feliz y contenta. Pienso que es un síntoma de mi nuevo yo. Hay una renovación interior que empieza a verse en el exterior. Quizá faltaba el aspecto de la ropa. Un nuevo look.
Adiós a lo viejo, hola a lo nuevo. Se hace espacio para volver a ser ocupado. Dejamos atrás viejos recuerdos y nuestra memoria almacena los nuevos. Se recicla. Es bueno, hay que deshacerse de lo que ya no sirve, de lo que ya ha pasado y renovarse siempre, porque entre otras cosas, eso es vivir.
La foto de la imagen es de un mandala mio, no tiene título.