Este martes pasado, a la mañana, falleció mi amiga Pilar. Escribí una entrada hace unos meses sobre cómo estaba llevando su situación. Si alguien quiere leerla os dejo el enlace; se titula, Un ejemplo de vivir la llegada de la muerte, el de Pilar.
La muerte de un ser cercano o conocido no suele dejarnos indiferentes. En este caso, la marcha de Pilar era lo mejor que podía sucederle porque su deterioro era muy importante y ya apenas tenía fuerzas para continuar. Ahora, en el plano en el que está no hay sufrimiento, ni dolor; hay alegría, paz, descanso.
El martes me llamaron para darme la noticia. Inmediatamente nos pusimos en contacto varias de sus amistades, haciendo llegar a todos los que le conocían su partida. Unas cuantas decidimos reunirnos por la tarde, en parte para hacerle un pequeño homenaje; y por otra, para hablar, apoyarnos y, compartir sentimientos y emociones.
La convocatoria era amplia. Unas personas no pudieron acudir por estar trabajando; otras por estar de vacaciones. Al final, nos reunimos cinco amigas. Decidimos ir a tomar chocolate con churros, haciendo con esto, un pequeño guiño a Pilar, que le encantaban. El tiempo y la temperatura se aliaron con nosotras y aunque estemos en pleno julio, el martes por la tarde había 17º en San Sebastián.
Al principio, al ir llegando a la cita, se veían caras tristes, ojos sin mucho brillo. Pero poco a poco, fuimos teniendo más fuerzas, pensamos en ella, en lo que nos dijo, sed fuertes; y fuimos derechas a tomar el chocolate. Recordamos que nos conocimos gracias a Pilar; también fue delante de una taza de chocolate espeso, en la celebración de su cumpleaños hace dos años. Y desde entonces, mantenemos contacto.
Fueron brotando comentarios, anécdotas, pasajes que habíamos vivido con ella. Nuestras caras se fueron iluminando, nos reíamos a veces a mandíbula batiente, una de ellas era yo. Alguna, lloraba pero de risa; al darse cuenta de ello, se sintió culpable. Inmediatamente las demás, le dijimos que Pilar quería exactamente eso, la risa, vernos alegres, divertidas. Vivir lo positivo que tiene la vida. Reconoció que era cierto, aunque cuando se ponía a pensar en lo ocurrido, sentía pena y dolor. Le entendimos perfectamente. La tarde fue pasando rápidamente.
De las cinco que estábamos, todas menos yo, por motivos de trabajo, se turnaban todos los días para estar con Pilar, haciéndole compañía. Las demás acudíamos cuando podíamos. Los últimos tres meses los pasó en un centro para terminales en el que las visitas tenían un horario restringido y era complicado coincidir con él. A pesar de ello, solíamos escaparnos y estar un rato con ella.
Nos acordamos de Elena, su compañera de habitación con la que compartió la mayor parte de este tiempo. Una mujer muy especial, con una mirada dulce y una sonrisa permanente en la cara. Siempre amable, discreta y al vernos, comentaba cómo estaba Pilar, cómo había pasado la noche.
La reunión fue distendida, agradable y divertida, donde las lágrimas las reservamos para la risa y creo que nos vino muy bien a todas. La tristeza y la pena, hacen equilibrio con la alegría, la paz y el saber que Pilar está bien.
Posiblemente en otra entrada, más adelante, cuente lo que ha significado para mi esta muerte y todo lo que he aprendido y estoy aprendiendo con ella.
La foto la sacó Pilar hace un par de años. Le encantaba la naturaleza. En este caso el pájaro es un mirlo acuático, que tenían un significado muy especial para ella.