miércoles, 31 de agosto de 2011

31 de agosto en San Sebastián o crecimiento ante la adversidad

Hoy es 31 de agosto, fecha que en San Sebastián tiene un significado especial. Por ser la fecha en que todo terminó para comenzar de nuevo. Es la fecha del antes y el después.

Nos situamos al final de la guerra de Independencia. En 1.813, las tropas francesas se hallaban en plena retirada y acantonados en San Sebastián, cuando los esperados aliados ingleses y portugueses, a cuyo mando estaba el Duque de Wellington, asaltan, arrasan e incendian la ciudad, quedando en pie pocas calles. Una de ellas, la de la Trinidad, pasó a llamarse 31 de agosto.

Días más tarde, después de tanta destrucción, los supervivientes reunidos en el barrio de Zubieta, deciden reconstruir la ciudad, dando paso al comienzo de la modernización y futuros Ensanches.

Es una versión muy reducida y breve de lo ocurrido. Dentro de dos años se celebrará el Bicentenario y mientras llegan los homenajes correspondientes, cada año este día, se celebra en la Parte Vieja una pequeña representación del asalto a la ciudad, con las tropas desfilando, el asalto de la ciudad, etc. A la noche en la calle 31 de Agosto, se apagan las luces de la calle y se encienden 3.000 velas recordando a las víctimas del incendio.

De las cenizas del incendio surge una nueva ciudad, con nuevas estructuras urbanísticas, nuevas leyes y normas; siendo las bases de lo que ahora es el centro de San Sebastián. Algo que fue negativo, trajo cambios y transformó la ciudad.

Quizá esta comparación no sea la más adecuada; sin embargo, la aplico también para mi. Siempre he intentado sacar lo mejor de mi misma y de la situación aunque ésta fuera dura, difícil o complicada. La adversidad nos ayuda a crecer, a avanzar, a ser creativos, a mirar dentro de nosotros mismos y encontrar unos valores que no sabíamos que teníamos.

Una pérdida en la vida ya sea por la muerte de un ser querido, quedarnos sin trabajo, sin amistades, una ruptura amorosa, etc., trae dolor, tristeza, amargura, pena pero también conlleva pasado el bloqueo inicial, fuerza, seguridad, encontrarnos a nosotros mismos, evolución y crecimiento personal.

Cuando hoy encienda mi vela, no sólo será por el recuerdo de aquellas muertes, sino por todas las pérdidas y cambios que ha habido en mi vida, y por la luz que hay y habrá en ella. Aún en los momentos más oscuros y tristes, la luz siempre está ahí, aunque nos cueste verla. Y por qué no encender una vela en recuerdo de esa luz que todos sentimos dentro y que nunca nos abandona. 


El mandala de la foto es mío, y se llama Mandala Luz.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Situaciones que se pueden vivir un día de verano

Estamos aún en verano y se agradece por muchos motivos. Uno de ellos, es que se pasea más, hay más personas en la calle, puedes vivir situaciones distintas que en otros momentos no se producen; porque en verano, todo se perdona o se mira de otra manera.

San Sebastián es una ciudad en la que es fácil ver a turistas a lo largo de todo el año. Se sale a pasear aunque llueva o salga el sol. Y a veces, con un poco de suerte, puedes ver que la vida es puro teatro, o al menos, un escenario perfecto para muchas representaciones, ya sean políticas, sociales, espontáneas, artísticas, deportivas....

Esta tarde, iba andando por la Parte Vieja, lugar muy conocido por su alta concentración de bares de pinchos, cuando me he cruzado con una barrera humana que agachados estaban haciendo fotos a algo que de lejos, me ha parecido un perro. Me ha sorprendido tanto que cuando he llegado a su altura, he descubierto con asombro que se trataba de un cerdo. Un cerdito de color negro y franjas blancas, que se dedicaba a olisquear el suelo, ajeno a ser el protagonista de tantas fotos.

Lo llevaban atado como a un perro, con unas correas y pasearan con él como si se tratara de una mascota más. He visto pasear hurones, perros, pero hasta ahora nunca a un cerdo. Tiene su lado divertido, tal vez en ciudades más grandes sea más habitual ver a estas mascotas, pero esta ha sido mi primera vez.

Hace unas semanas, fueron llegando los jóvenes que iban a estar con el Papa en Madrid. Estaban por todos los lados, se hacían notar, llevaban banderas, cantaban y se les veía alegres y contentos.

En el Boulevard, zona de paseo y encuentros de la ciudad, había días en a pocos metros unos de otros, se podía ver a estos grupos de jóvenes bailando y cantando con tambores; a cinco pasos a la derecha, un chico tocaba varios instrumentos de viento y comentaba lo que estaba iba a tocar; a diez pasos a su derecha, un grupo grande de turistas miraba con asombro a un chico vestido de pirata subido a una plataforma que apenas se movía, salvo cuando le daban una moneda y en ese momento, el resto sacaba las fotos de rigor; más adelante, unos chicos hacían malabares y acrobacias; junto a ellos, en una esquina, tocaban la txalaparta, reuniendo a otro grupo de personas que aplaudían su música; y a uno de los lados del paseo, las escaleras que hacen de grada para que los que allí sentados vean todos los espectáculos callejeros tomándose un helado.

Y todo ese sin comentar lo que se puede ver y vivir en una noche de Semana Grande, cuando media ciudad acude al paseo de La Concha, Igeldo, Palacio de Miramar, Ondarreta, al puerto, Urgull, a ver los fuegos artificiales que se lanzan todas las noches durante ochos días. Eso, es tema para muchas entradas.

Sigamos disfrutando del verano y de lo que nos ofrece, porque aún quedan muchos días por delante y con ellos miles de situaciones divertidas por vivir.


La imagen de la foto, es de un mandala mío, que se llama Verano.

lunes, 15 de agosto de 2011

Aprender a vivir las emociones

Últimamente me estoy encontrando con personas que viven sus emociones con miedo a poder expresarlas, ya sea por incapacidad o por temor a no ser comprendidas.

Es curioso porque todos experimentamos las emociones, desde las más alegres a las más tristes. Estamos acostumbrados a sonreír, reír, a sentir rabia, tristeza, pena, dolor, ira, etc. ¿Pero a llorar?

Dos personas distintas han coincidido en contarme que querían poder llorar ante una emoción, en este caso por la muerte de dos allegados, pero no podían derramar lágrimas por mucho que lo intentaran. Y este hecho les causaba un dolor muy grande. Una inclusive me decía, parece que si no lloro, no estoy sufriendo, y no es así.

Les he preguntado cuál creían ellas que era el origen de este bloqueo. Ninguna ha podido darme un motivo, descían que lo desconocían. Sólo querían quitarse ese dolor tan grande que se convertía en angustia al no poder llorar.

Quizá la educación que recibimos tiene mucho que ver en esta actitud, da igual si somos hombres o mujeres. No hay que llorar, hay que ser fuertes emocionalmente hablando. Me pregunto en qué consiste ser fuerte, cómo se mide esa fuerza.

Una persona que es capaz de expresar sus sentimientos, de comunicarlos de una manera más o menos fluida para mi es fuerte. El mostrar su "debilidad" le convierte en fuerte, no se esconde, ni parapeta; y al hacerlo, es su grandeza la que queda patente. Una persona capaz de llorar, de expresar su rabia o ira, vacía estas emociones. Al desahogarse, el espacio queda abierto para ser ocupado de nuevo, por la risa, la felicidad.

Vendría a ser algo parecido a un armario repleto de ropa. Debemos revisarlo, sacar las prendas y ver qué sirve y qué debemos retirar. Una vez concluida esta operación, quedará espacio para almacenar más ropa. Las emociones son como la ropa, de vez en cuando conviene airearlas, sanearlas y hacer espacio para dar cabida a lo nuevo. Todo dentro de un equilibrio. Tampoco se trata de estar aireando constantemente las emociones, porque como en todo, los excesos no son buenos.

Ahora viene la pregunta del millón, cómo expresar las emociones si están bloqueadas. Existen diferentes técnicas que pueden ayudarnos a expresar lo que sentimos. Desde acudir a un especialista en psicología, a terapias alternativas. A veces es mucho más sencillo de lo que parece, basta con un poco de energía que ayude a desbloquear. Cada uno de nosotros debemos encontrar aquella que nos ayude.

Mirar hacia adentro, buscar en nuestro interior, es un buen comienzo para hallar el origen al bloqueo. Puede deberse a múltiples factores, a modo de ejemplo podríamos citar algunos de ellos como los educacionales, falta de confianza y seguridad en nosotros, algún trauma, los que piensan que debemos ser inflexibles a la hora de mostrarnos tal y como somos, etc.

Para mi la fortaleza de una persona reside entre otras facetas, en su manera de expresarse ante lo que vive y rodea. Eso si, siempre que lo haga desde el respeto por si misma y los demás.


La imagen de la foto es de un mandala mío, que tiene el título de Emociones.

lunes, 8 de agosto de 2011

Se cumplen treinta años de Miss Protestona

Durante estos días se cumplen treinta años de la creación y nombramiento de Miss Protestona. No sé si este título con el paso de los años, ha continuado siendo otorgado, pero os hablaré de su origen. Y de un hecho que tiene varias verdades, y todas ciertas ;). Tipo una caja de quesitos, llena de porciones.

Hace treinta años, estaba en plena adolescencia, viviendo mis catorce años. Acababa de terminar octavo de E.G.B., se presentaba un verano interesante, tranquilo y lleno de días de playa, baños en el mar... 

Mis padres decidieron que había que aprovechar el período estival y me dijeron que me habían apuntado a unas colonias durante quince días. Ellos sabían que no quería ir, ya había estando en otras un par de veces siendo más pequeña  y no acababa de encontrar mi espacio, ni de sentirme cómoda. Daba igual, no había negociación posible. 

Así que allí fui. La primera semana lo pasé mal, estuve incómoda. Soy un desastre practicando deportes, y allí se corría, nadaba, se caminaban bastantes kilómetros a la semana. Se hacían varios grupos y cada uno se enfrentaba al resto en balonmano, baloncesto, futbol, etc. Vamos, mi paraíso. No daba ni una. Tampoco me extraña cuando si alguien ha tenido que recuperar gimnasia en septiembre he sido yo, y no por falta de asistencia, si no por no correr en el tiempo mínimo indicado, por no encestar los tiros suficientes para aprobar en baloncesto, etc.

Estaba enfadada con el mundo, con mis padres. Me sentía engañada, frustrada, abandonada, prisionera durante quince y largos días en un lugar de Navarra donde el sol brillaba todos los días y hacía calor, teniendo que correr distancias que para los demás eran un paseo y para mi un suplicio.

Mis quejas y mi cara debían de ser un poema y poco a poco dejaron de insistir en que participara en las pruebas físicas. Al final se dieron cuenta que no era un invención mía el no dar la talla en deporte; aunque debo reconocer, que les costó una semana caer en la cuenta que no era una manera de llamar la atención y ni de salirme con la mía. 

La segunda semana, pasó más relajada que la primera y optaron por dejarme más libre, a mi aire. Me sentí menos presionada y me relajé. La noche antes de irnos, reunieron a todos los que habíamos convivido en una especie de fiesta final en la que se daban los típicos títulos de miss simpática, mister guapo y cachas, etc.

Todo transcurría dentro de lo normal, sabíamos quiénes eran los guapos, los listos, los mejores deportistas, etc. De repente, uno de los monitores, comenta que se va a dar un título distinto a los demás, era único y hasta ese mismo día nunca se había otorgado a nadie. Todos nos miramos sin saber a qué se referían. Se escuchó a una voz que decía, el título de Miss Protestona, es para .... María Eugenia. No me lo esperaba jaajajajaa. Fui hasta el pequeño estrado, recogí mi banda blanca con el título bien escrito, y con una sonrisa les agradecí el detalle y volví a sentarme.

Distintos puntos de vista

Mis padres decidieron por mi. Nada podía hacer yo, no tenía derecho a nada, ni tan siquiera a protestar. Estoy convencida que creyeron que era lo mejor para mi. Pensaron que era una situación beneficiosa para mi estar con más gente, relacionarme, divertirme... Realmente fue muy positivo, pero por mi aprendizaje personal, que no tiene precio. Desde aquí les doy las gracias a mis padres por todo ello. 

Mis monitores y compañeros, debieron acabar de mi hasta el gorro. Está claro que no les hice pasar unos días agradables y no fui consciente de ello hasta que recibí el título. Les estoy muy agradecida haberme abierto los ojos y por todo lo que viví junto a ellos.

El mío, en ese momento, no me gustó mucho que me dieran el título. Desconocía hasta qué punto podía ser protestona y realmente, me había parecido que la segunda semana había estado como la seda. Participaba en las actividades sin decir nada y sonriente. Se conoce que con la primera tuvieron demasiado. No se lo reprocho, al revés, les doy las gracias por todo lo que me mostraron, enseñaron y aprendí. Lamento haberles hecho pasar malos momentos.

Con el paso del tiempo, siempre me mirado con mucho cariño y afecto a este reconocimiento. Supuso para mí una cura de humildad muy grande, el pensar en las consecuencias que podían tener mis actos, aunque no fuera consciente de ello, y de centrarme y no pagar con los demás mis problemas y frustraciones. Fue un aprendizaje extraordinario. Cuando pienso en ellos, sólo tengo palabras de agradecimiento y pedirles perdón por ser cómo era.

La leyenda nos persigue, nos ponen un título y va por delante nuestro. Esto es algo que viví al año siguiente. Pese a todo, mis padres volvieron a apuntarme otro verano más y allí fui. Coincidí con uno de los monitores del año anterior, que para más guasa le tocó ser el de mi grupo. Los quince días me dejó libre, me dijo que era mejor que no participara en ninguna actividad deportiva, que me quedara observando a los demás. Se corrió la voz, y los demás hicieron lo propio. Debo de decir que me aburrí un poco pero a la vez, esa fama de protestona y rebelde, me vino bien y me dejaron mi espacio y se lo agradecí de todo corazón.

Nunca sabemos cómo, ni cuándo podemos vivir situaciones que cambien nuestra vida o nos ayuden a entender la nuestra. Este hecho fue y sigue siendo un gran regalo, una gran oportunidad que me concedieron. Espero que a lo largo de todos estos años haber podido sacar el mejor provecho para mi, el conocerme un poquito más, pudiendo corregir defectos y potenciar virtudes.


La imagen de la foto es de un mandala mío que se llama Trébol. Es una lástima, pero la banda de Miss Protestona se perdió, sino la hubiera puesto en la entrada.

lunes, 1 de agosto de 2011

Cómo crear Mandalas y trabajar con ellos

Voy a intentar responder al mensaje que ha enviado Bertha al correo del blog, preguntando cómo se realizan los mandalas y cuál es su uso.

Los mandalas son energía. Existen tantas maneras de crearlos y utilizarlos, como creatividad tengamos.

Qué es un mandala

Lo primero y más importante, es saber qué es un mandala. Para los tibetanos es una rueda de energía sagrada. Es decir, es energía positiva que al crearse, se pone en marcha, y actúa desde el primer instante en que sentimos qué es lo que vamos a hacer.

Todas las culturas tienen y utilizan símbolos que están cargados de energía positiva. Un ejemplo de mandalas cercano, sería el rosetón de una catedral gótica.  

Normalmente, suelen tener formas geométricas, y la mayoría de ellos, suelen estar envueltos en un círculo; aunque no necesariamente todos los mandalas son circulares. 

Cómo crear un mandala

Un mandala es personal, es la exteriorización a nivel creativo de lo está en nuestro inconsciente. Se trata de sacar, de conectar con nuestro yo a través de las formas, de los colores.

Hay quienes antes de comenzar a crear uno, suelen meditar; si se siente de esta manera, adelante, aunque no es necesario. Es importante fluir, dejarse llevar; dejar a un lado la mente, con sus ideas, miedos, preocupaciones. 

Existen libros con dibujos de mandalas a los que sólo les falta poner el color. Tal vez esa pueda ser una manera sencilla de crear los nuestros, a través del color.

Otra manera, sería  la de coger un papel en blanco, y dejarse llevar por el color, por las formas que sintamos, que veamos. Se trata de dejar que la mano vaya sola, aunque nos parezca que los colores no combinen. No se trata de un cuadro como tal; aunque a veces un cuadro y un mandala coinciden.

Un mandala también puede crearse con una intención específica, siempre positiva. Los tibetanos suelen hacerlos para ayudar a liberar la energía estancada y acumulada en una ciudad, en una persona, para mejorar la salud. En general, para equilibrar las energías.

Los suyos son efímeros. Los crean con tizas de colores y al terminar los suelen borrar o si los dejan, el viento acaba por desfigurarlos. Pero la energía ya se ha movido.

Otras personas, los pintan sobre sedas, cristal, cartón, lienzos... 

Cómo usar un mandala 

El mandala es energía en movimiento, y como tal funciona sola. Ayuda a desbloquear emociones, sentimientos; ayuda a concentrarnos o meditar y armoniza no sólo a las personas sino también los lugares y espacios.

Podemos dejarlo en un lugar determinado, como por ejemplo colgado de una pared, y aunque no lo toquemos, su energía se moverá y actuará, siempre de manera positiva. Es posible que su efecto no sea el mismo en dos personas, pues trabajará a cada una, en aquellos aspectos que necesiten ambas. Observando el mismo mandala, una persona puede sentir ganas de llorar o reír, porque se ha roto un bloqueo; y otra, admirar su belleza, sentir ganas de meditar, o simplemente, nada.

Una gran amiga mía, un día me comentó que utilizaba mis mandalas para trabajar los chakras. Le ayudaban a conectar con ellos. Usaba distintos mandalas, según el chakra con el que estuviera trabajando.

Me gusta trabajar con los mandalas. Me ayuda a conocerme mejor y suelo sorprenderme mucho al finalizar alguno, a veces conecto inmediatamente con ellos, en cambio otras no tanto. He observado que con estos últimos, al mostrarlos, hay otras personas que "los necesitan", que les alivian. Aunque los haya creado yo, no eran para mi. También he creado mandalas específicamente para otras personas, es decir, personalizados.

En mi caso, suelo poner los mandalas con los que conecto o siento que debo trabajar, en la pantalla del ordenador, como escritorio. Otras veces, los dejo al pie de la cama, así lo primero que veo al despertarme y al acostarme es el mandala, pudiendo trabajar o meditar con él.

Lo importante no es cómo trabajar con ellos, sino sentir que se quiere hacerlo; pues de esta manera, al fluir, ya se está conectando con ellos. 

Os animo a coger una cartulina, un papel, la pantalla de un ordenador, la arena de la playa, las piedras de un río, lo que queráis, y probéis a dibujar algo, sintiendo que sois vosotros, que es vuestro yo, quién se está mostrando, está saliendo a la luz.


La imagen es de un mandala mio realizado en pastel sobre cartulina.